El sol nos saludó con las primeras filas ya cortadas.
Hubo pocos accidentes: casi todos los vendimiadores terminaron con los mismos dedos con los que empezaron...
La máquinaria funcionó como peluco de suizo: la bomba mono no se atascó y la despalilladora despalilló todo lo que se esperaba y a eso de las tres nos sentamos a dar cuenta de unas migas con un delicioso caldo valiente.
Ah, me olvidaba, las jodidas mariposas en el estómago se han transformado en un baile loco de hormigas en los isquiotibiales y en una estampida de búfalos en la riñonada.
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