Me embriagué por tres veces: de su copa,
de su saliva y de sus ojos negros.
Abu-l-Hasan ‘Ali ibn ‘Attiyat Allah ibn
Mutarrif ibn Salma, conocido como Ibn Az
Zaqqaq, debió nacer hacia finales del siglo XI, puesto que se dice que
murió sin cumplir los cuarenta, entre los años 1133 a 1135. Su vida discurrió
en la Valencia almorávide de principios
del siglo XII.
Sobrino del famoso poeta de Al yaziira
(Alcira), Abu Isaac Ibrahim ibn Jafaya, se desconocen en gran medida sus datos
biográficos. Su corta vida, fue tal vez
una vida cómoda y feliz, a juzgar por el contenido de sus propios versos, a
pesar de vivir bajo el reformismo austero de los almorávides.
La Valencia andalusí, fue ciudad rica y
próspera, muy culturizada en el ámbito de lo arábigo. Sus gobernadores eran
visires poderosos que mantenían un sofisticado aparato cortesano y burocrático,
en el que la música y la poesía florecían al amparo de las más refinadas
sensibilidades de algunos mecenas.
Con el desmembramiento del califato y la
llegada de los taifas el reino oriental atraviesa una época de agitación
militar y política que afecta como es de esperar a todos los ámbitos sociales.
Es la época de Ibn az Zaqqaq, cuando la conquista almorávide trae un breve
sosiego político a la ciudad del Turia, pasada la época en que Rodrigo Diaz de Vivar dirigió los
destinos de la ciudad.
Como poeta, Ibn az Zaqqaq asombra por su elevada retórica
y expresividad metafórica, única en su tiempo.
De refinada imaginación y sensibilidad, su poesía puede leerse todavía
con todo el placer que un lector avezado puede obtener de versos tan puros.
Reproduzco la composición que nos ha
alegrado el mes de noviembre:
TRIPLE EMBRIAGUEZ
Llegó la medianoche, cuya sombra
era igual que su pelo o que azabache.
Copas de vino puro me tendía,
que daban aromático perfume.
Otro nuevo licor vino a añadirse,
prensado por sus ojos, por sus dientes.
Me embriagué por tres veces: de su copa,
de su saliva y de sus ojos negros.
Y otros poemas breves en los que la presencia del vino se hace presente a
través de hermosas metáforas amorosas…
BEBIENDO AL ALBA
El juez del alba a las tinieblas prende.
¡Sobre el césped mojado servid vino!
Nos contemplan sus vasos con burbujas
que suplen a otras lánguidas miradas.
No se apagaron los luceros: sólo
se mudaron del cielo a los arriates.
LA BELLA EMBRIAGADA
Era alegre esplendor de mi jornada
su esbeltez singular y luminosa.
Vino me daba; pero a veces era
su misma boca mi inebriante vino.
Néctar y labios apuraba a un tiempo
(ambrosía en cristal y en margaritas);
en sus mejillas sendos arreboles
besaba, circundados de la aurora,
y cuando, al fin de la embriaguez vencida,
ramo era leve que curvaba el viento,
dábale yo por cabezal mis hombros,
y el alba amanecía entre mis brazos.