jueves, 26 de abril de 2012

6. Garachico: Lava y guiris.

El tercer día de periplo tinerfeño abundamos en esta especie de master de malvasías que venimos haciendo de la mano de Santiago Yanes y Tere León.  El bellísimo (todavía, a pesar de la plaga de cemento) Valle de la Orotava se abre a mis pies casi como un espectáculo cinematográfico, en cinemascope...

Paramos en un mirador a disfrutar del horizonte.  Justo detrás, me señala Santi, se divisa la Hacienda de Cuchillo y la Rambla de Castro, donde el tal Castro plantó la primera viña canaria de la que hay registro documental, en 1497, un año después de completarse la conquista.


Terminamos en Garachico, el que fue el gran puerto comercial del Norte de la isla, de donde salía los cargamentos de vino para Inglaterra.  Sepultado por la lava en 1706, nunca recuperó su esplendor.  Además, disconformes con los precios del vino, protagonizaron un episodio conocido como "el derrame del vino", que fue como una especie de Motín del té, pero a lo canario.   Nos aliviamos en un local coqueto, enfocado para guiris, pero en el que estamos solicos y nos apretamos con unas tapas una malvasía del valle de Güimar...  Mª Ángeles fiel su dorada.


Repuestos, hacemos turismo.  Calles, casas y patios de lo que fue una villa de esplendor y es hoy, apenas, un touristic center.





A comer recalamos en un sitio de nombre impagable: Naranjito, Mundial 82:


Sí.  Es el típico bochinche de playa: manteles de cuadros, copas gruesas, servicio campechano y dos cosas insuperables, la vista sobre la costa rocosa y la calidad del producto del mar.  Tomamos lapas, pulpo, morena frita, cherne abierto a la espalda... 




¿Y para beber? Nunca lo adivinarías....  ¡Una malvasía volcánica de Lanzarote!

martes, 24 de abril de 2012

5. Mirando al mar...

La mer, la mer, toujours recommenceée, escribió el poeta de Cementerio marino.  Y recomenzando como el mar eterno de Paul Valery, atravesamos nuestro segundo día de andadura canaria.  Un día que empezó, no podía ser menos, mirando el brazo de mar que separa Tenerife de La Gomera y que los isleños llaman La Traviesa.  Hasta Lola, la perrita de Santi y Tere, se complace en mirar el horizonte.


Para un tipo parco a la hora de desayunar, como este que suscribe, arrancar el día comiendo queso fresco canario, jamón de bellota, dulce de guayaba y quesadillas de El Hierro puede ser toda una experiencia mefistofélica.  Pero como todo no va a ser pensar en comida, nos fuimos a visitar a una amiga de Tere: Carmita la pescatera, a elegir el material para la comida.  Tom adelfras co.


Carmita despliega ante mis ojos pasmados el catalogo de peces atlánticos: Albacoras, cabrillas, chernes negros, pargos...  Atendiendo a criterios que desconozco Tere elige unas cabrillas y un cherne negro para la comida..  Mientras los va preparando abrimos el primero del día, Yaiza, una malvasía sobre lapilli de la bodega Vega de Yuco, azul en su botella vuvucela...


Tere prepara un gofio al estilo Lanzarote, con hojas de cebolla cruda y Santi arruga unas papas para tomarlas con un mojo verde.  Yo no dejo de salivar.  Hace ya rato que desapareció el efecto de la quesadilla.  Para las cabrillas y el cherne, pescados de carne preta, abrimos una estupenda malvasía, El Grifo Colección de 2011, cultivado sobre cenizas volcánicas.




El viento palmero venía rizando la traviesa y haciendo dar bordadas a lo fino a un precioso velero de cuatro palos ¿El Juan Sebastián Elcano, quizás? Bendita sobremesa.


Me despido del sur salutando el acantilado de Los Gigantes y llegamos a Santa Cruz, donde nos espera la agrofamilia, y nuevos amigos como Roberto Santana y Lourdes Ojeda.  Y nuevos vinos, claro: Tanajara, Candio, PQ y un extraordinario blanco barrica de la bodega Suertes del Marques...



En la cama, entorno los ojos y oigo el mar en mi cabeza y en mi estómago.  Me digo:  faltan dos días para que esto empiece...  Maemía.

viernes, 20 de abril de 2012

4. Cuesta abajo

Del Teide al nivel del mar en apenas una hora.  El Llano de Ucanca tiene un aire tan definitivamente marciano que no me sorprendo en absoluto cuando Santi, una filmoteca que camina, me cuenta que ha sido el plató natural de la peli Furia de titanes y su secuela.


En el descenso miro como los pinos se atreven a colonizar las coladas de lava.  Primero tímidamente, luego sin complejos...


Dicen que Alexander von Humboldt alucinó con la flora de la isla ¿Por qué no me sorprendo?, continuamos la bajada entre espigados tajinastes, carnosas tabaibas, con cuya leche curaban los guanches las berrugas de la piel, codesos, con sus diminutas margaritas blancas de centros amarillos, cardones, que tapizan los taludes imitando candelabros.  De pronto, en una recurva de la bajada, el espectáculo eterno del mar, con la isla de La Palma en el horizonte y detrás una punta que es de El Hierro.  ¿Es posible que uno, que viene de un pueblo de secano, absorba tanta belleza?


Vamos llegando a la costa y el paisaje se me hace más familiar: almendros, higueras, plataneras... y miles de construcciones sin criterio.  ¡Estoy en casa!.
Menos mas que arenas negras, el refugio de nuestros amigos frente al mar, nos cura el yuyu con una incomparable puesta de sol.  ¿A quien le importa ahora la dichosa crisis?  A ver lo que dura el efecto de la droga...


Lo que tienen estas excursiones, imágenes aparte, es el apetito feroz y la sed africana que le despiertan a uno, así que, en cuanto cae la noche nos largamos al Rincón de Juan Carlos, a dejarnos querer por los padrones.


Juan Carlos Padrón, 2º en el certamen de cocineros de Alimentaria 2012, gobierna un local coqueto, atestado de guiris (afortunadamente hacen la vida de las gallinas y pronto nos quedamos solos) en el que disfrutamos de una cena espectacular:  Empezamos con unas algodonosas nubes de gofio que anunciaban la diversión por venir.  Luego, una crème brûlée de chorizo palmero y papa negra emulsionada que había que tomarla de rodillas.  Le siguió una ensalada de cochino negro, pera, espárragos y crujiente de almendra y un mini canelón de pollo con salvia y salsa blanca.  

Empezamos la cena con un digno cava lanzaroteño, el Bermejo.  Luego abrimos un blanco que salió rana: Malvasía Peymar 2010; y nos quitamos el regusto con una estupenda Gual 2008, de Viñátigo.

Y seguimos cenando: crujiente de morcilla dulce con huevo y espuma de papa negra.  Cherne en agua de mar con su caldo y encurtido con capas de cebolla.  Papada y carrillera de cochino negro confitada con salicornia.  Chuletón y cebollinos al vinagre de estragón.  Maemía...

Después del postre (helado de mora con café, naranja y sirope de regaliz) y los petit fours, los vinos y licores, la espléndida cena, las emociones del día...  Creo que estuve bastante comedido.  A Juan Carlos intenté contratarlo para La Zorrera, a Raquel le propuse matrimonio y a Mª José creo que intenté, directamente, raptarla...  En fin, confío en que no se acuerden mucho.


jueves, 19 de abril de 2012

3. De volcanes

Aunque el Teide sigue jugando al escondite entre las nubes y no se muestra, quedo deslumbrado por la belleza de ese extraño, pedregoso, marciano paisaje.


En los cráteres del Teide apreciamos las distintas coladas de los volcanes que han ido vomitando sus entrañas: el malpaís, el lapilli, la piedra pómez.  En las Minas de San José el paisaje se vuelve casi amable, playero, con una menuda y vaporosa piedra pómez que resuena bajo los zapatos.


Las Cañadas del Teide despliegan aun más el catálogo de sorpresas minerales, como la negra y brillante obsidiana, incustrada entre la lava, o curiosas formaciones rocosas ferruginosas, teñidas de verde...


Y las coladas de lava, omnipresentes, nos susurran sus diferentes edades por la pigmentación de la roca y su diferente grado de colonización de la vegetación


La montaña de Guajara vigila nuestra salida de las Cañadas, pero antes le hacemos una foto al Roque Cinchado, aquel pedrusco que hermoseaba los billetes de mil pesetas.  Oh, aquellos billetes de mil pesetas... juntabas dos o tres en el bolsillo y era la gloria bendita.




2. Por la dorsal hacia el Teide

Difícilmente podremos recibir de nadie el cariño y las atenciones que, durante toda una semana, nos han ofrecido nuestros amigos Santiago Yanes y Teresa León, en Tenerife.  Pendientes de todo, abrumadores, divertidos, eruditos, gastrósofos... Pocas veces lo he pasado tan bien.


Desde el mismo aeropuerto, donde nos recogieron, empezamos un periplo deslumbrante por la botánica, la geología, el urbanismo y la gastronomía isleña.  Santi y Tere aúnan dos características que no es frecuente encontrar por separado: inteligencia y bonhomía;  y como a mi me interesa el nombre de cada piedra y cada árbol... ¡Pues a disfrutar!

Atravesando la isla por la dorsal lo primero que me sorprendió es comprobar la existencia física del viento alisio soplando cargado de humedad sobre la vegetación de la corona forestal.  La neblina remontaba en chimeneas verticales por todos los ventisqueros y barrancos nutriendo de humedad al pino canario, con su rara triple acícula, a los laureles y también, ay, al inevitable eucalipto al inicio de la ascensión.


Los verodes aplastados contra las rocas son un bioindicador de humedad, y el pinar se espesa apretándose contra la niebla.  Pero pronto desaparece la cobertura vigorosa del bosque para dejar paso a un matorral ralo y discontinuo, la retama del Teide, de menuda flor blanca, diferente en este punto a la amarilla peninsular.  Es que en muy pocos kilómetros hemos ascendido por encima de los 2000 metros, y lo que domina ahora el paisaje es el color ocre, rojizo, negro del sustrato volcánico de la isla...


Subiendo al cráter me veo de nuevo por encima del mar de nubes, como en el avión.  Lo pienso un poco y siento el vértigo del yo-yo: arriba, abajo, arriba...  ¡Una vida llena de altibajos!


martes, 17 de abril de 2012

1. 26 años después...

Hace 26 años que subí a un avión por primera y, yo pensaba, última vez.  Me dio un canguelo tan enorme que juré a todo el que lo quiso oír que nunca más.  Pero como estas rotundidades de cada cual solo se dicen en alto para ser  desmentidas con el paso del tiempo, 26 años después he vuelto a volar y, curiosamente, con el mismo destino.






Gardel dice que veinte años no es nada, pero veintiséis debe ser un mundo.  Desempolvo algunas de aquellas viejas fotos analógicas y me veo con mi flequillo en su sitio, escueto de carnes, fumaor...  Y miro también las fotos de ahora...



En fin, terminaré también con Gardel:  fiera venganza la del tiempo...