En los cráteres del Teide apreciamos las distintas coladas de los volcanes que han ido vomitando sus entrañas: el malpaís, el lapilli, la piedra pómez. En las Minas de San José el paisaje se vuelve casi amable, playero, con una menuda y vaporosa piedra pómez que resuena bajo los zapatos.
Las Cañadas del Teide despliegan aun más el catálogo de sorpresas minerales, como la negra y brillante obsidiana, incustrada entre la lava, o curiosas formaciones rocosas ferruginosas, teñidas de verde...
Y las coladas de lava, omnipresentes, nos susurran sus diferentes edades por la pigmentación de la roca y su diferente grado de colonización de la vegetación
La montaña de Guajara vigila nuestra salida de las Cañadas, pero antes le hacemos una foto al Roque Cinchado, aquel pedrusco que hermoseaba los billetes de mil pesetas. Oh, aquellos billetes de mil pesetas... juntabas dos o tres en el bolsillo y era la gloria bendita.
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