No escupáis a los beodos que perecen
aturdiendo en el vino sus dolores;
si odiáis a la embriaguez, odiad las flores
que ebrias de sol en la mañana crecen.
Los versos de diciembre son de Carlos Pezoa Véliz, el infortunado poeta chileno que vivió entre los años 1879 y 1908.
Hijo de una empleada doméstica y un emigrante español, a los cinco años fue adoptado por un matrimonio dueño de un modesto negocio de venta de leña y carbón. Su corta vida estuvo llena de penurias. Intentó ganarse la vida en el ejército, como profesor o como contable, pero fracasaba en todas sus tentativas. Colaboró con varias revistas, aunque nunca publicó un libro. Coqueteó con el anarquismo y el socialismo, llegando a militar en el Partido Liberal Demócrata.
Comenzó a gozar de cierta estabilidad laboral, primero como profesor de un instituto inglés y luego como periodista de cierto prestigio y secretario de la Municipalidad de Viña del Mar.
Pero cuando la
vida empezaba a sonreírle le sorprendió el terremoto de Viña del Mar de
1906. Quedó atrapado bajo los escombros,
con ambas piernas fracturadas y perdió casi todos los dientes. Esa noche llovía torrencialmente y toda la
región quedó a oscuras. Pezoa no pudo
ser trasladado a ningún hospital y pasó la noche bajo una carreta, tirado en la
calle en medio de atroces dolores. Su
salud nunca se recuperó y en abril de 1908 murió tras una larga y dolorosa
agonía.
A pesar de su
temprana muerte, con apenas 28 años, hoy es considerado como uno de los grandes
poetas chilenos, precursor de Neruda, de
Huidobro…
Edita José Alberto, que el terremoto fue en 1906 o el pobre infortunado murió con más de 100 años.
ResponderEliminarY de paso me borras este comentario. Un abrazo.
Pepe.
¡Que bueno es tener amigos con estudios!
ResponderEliminarYa está Arreglao, Pepe...