viernes, 23 de abril de 2010

11. La primera noche perfecta

Aprovechando la tranquilidad del restaurante (ni una puta mesa) he salido a la terraza un rato, con una cerveza en la mano, y me he desparramado en un sillón.  La noche es bonita de verdad.  Aunque esta semana ha llovido algún día, la temperatura es excelente y todos los sentidos están alerta.  El cielo de poniente conserva suficiente azul para percibir la esencia de las cosas.  Orión, todavía visible, se recuesta en el horizonte, herido de muerte.  Petunias rojiblancas (muy apropiadas después del uno-cero del atleti) figuran llamaradas sobre la espesura verde.  El monte está fragante y se quiere hacer notar por encima de todo.  Olisqueo una mata de tomillo, tierno como perejil.  Nada de aire, calma total.  Sin ruido, arranca al fondo Ray Charles... ¡La primera noche perfecta de la temporada!

Reconozco que soy muy avaricioso con estos raros momentos de regalo, los atesoro como auténticas gemas preciosas.  Son orgasmos robados en la misma despensa de los dioses que hay que acumular con deleite antes de que el jodido ictus venga y haga tabla rasa...

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