jueves, 25 de abril de 2013

¿Quién lo dijo? Abril de 2013


Escánciame, tú que sirves las rondas,
que el vino de los espíritus vivifica;
con él me vienen los goces,
y me cesan las zozobras

Al-Sustari, místico sufí de comienzos del siglo XIII, es una figura clave del sufismo andalusí.  Fue un verdadero “juglar del Amor” que recorrió los pueblos de al-Andalus y del Mediterráneo Sur cantando en dialecto popular por mercados, tabernas y plazas.




El mismo año de su nacimiento tuvo lugar la derrota de los ejércitos almohades en las Navas de Tolosa. A partir de esa derrota comienza la decadencia del poderío almohade en al-Andalus y la conquista definitiva que se completaría 280 después por los Reyes Católicos.


A través de sus canciones sabemos que fue un un gran bebedor, que nunca andaba sobrado de dinero y pasó gran parte de su vida en una vergonzosa mendicidad callejera en la vega del Guadalquivir.

El espíritu inquieto de al-Sustari decidió realizar una serie de viajes a los centros sufíes del Magreb.  Su primer viaje de búsqueda le lleva a Bugía, pequeña ciudad costera del norte de Argelia y centro de cenobios y de escuelas sufíes.   En Bugía, en 1248, encuentra al murciano Ibn Sabin, hombre culto, inteligente, erudito y gran maestro sufí. Fue un encuentro de esos que marcan definitivamente la vida. Al-Sustari hizo suya la filosofía helénica de Ibn Sabin; Dios es la causa primera de la que proceden todas las cosas; los efectos producidos por Dios son necesarios mientras que los producidos por las criaturas son posibles.  Dios es el Ser primero y Causa primera de todas las cosas.


El mensaje dulce y místico de Al-Sustari jugó siempre con la metáfora “del vino del amor”, lo que le puso frecuentemente al borde de la heterodoxia.  Al-Sustari lleva el hecho del Vino embriagador, de la experiencia divina, a la consulta del alfaquí (experto en legislación y jurisprudencia islámica), que sólo dispone de la letra de la Ley para responderle”:  ¡Ay, alfaquí!  Si tú lo degustaras… Déjame beber que nada sabes tú de la bebida.


¡Qué grato es en los retiros beber el vino añejo!
¡Escancia, amigo mío!
¡Rebose a cada instante nuestro vaso!
Es éste un vino que no es ilícito dejar
sin falta o sombra de sospecha.
En los tiempos, antes ya de Adán,
tomó solera el generoso vino
que es, por su origen bendición del cielo.
Prepara tu dictamen, alfaquí,
tú que las leyes estudiaste y dime:
¿es lícito beberlo en Arafat,
al realizar la peregrinación?
¿permítese girar en torno a él,
aferrarse por él en la carrera,
por él apresurarse en acudir
a la reunión de Mina, y, en su nombre
las piedras rituales arrojar?





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