Escánciame, tú que sirves las rondas,
que el vino de los espíritus vivifica;
con él me vienen los goces,
y me cesan las zozobras
Al-Sustari, místico
sufí de comienzos del siglo XIII,
es una figura clave del sufismo andalusí. Fue un verdadero “juglar del Amor” que recorrió los pueblos de al-Andalus
y del Mediterráneo Sur cantando en dialecto popular por mercados, tabernas y
plazas.
El mismo año de su nacimiento tuvo
lugar la derrota de los ejércitos almohades en las Navas de Tolosa. A partir de
esa derrota comienza la decadencia del poderío almohade en al-Andalus y la
conquista definitiva que se completaría 280
después por los Reyes Católicos.
A través de sus canciones sabemos
que fue un un gran bebedor, que nunca andaba sobrado de dinero y pasó gran
parte de su vida en una vergonzosa mendicidad callejera en la vega del
Guadalquivir.
El espíritu
inquieto de al-Sustari decidió realizar una serie de viajes a los centros
sufíes del Magreb. Su
primer viaje de búsqueda le lleva a Bugía, pequeña ciudad costera del norte de
Argelia y centro de cenobios y de escuelas sufíes. En Bugía, en 1248,
encuentra al murciano Ibn Sabin, hombre culto, inteligente, erudito y gran
maestro sufí. Fue un encuentro de esos que marcan definitivamente la vida.
Al-Sustari hizo suya la filosofía helénica de Ibn Sabin; Dios es la causa
primera de la que proceden todas las cosas; los efectos producidos por Dios son
necesarios mientras que los producidos por las criaturas son posibles. Dios es el Ser primero y Causa primera
de todas las cosas.
El mensaje dulce y
místico de Al-Sustari jugó siempre con la metáfora “del vino del amor”, lo que
le puso frecuentemente al borde de la heterodoxia. Al-Sustari lleva el hecho del Vino embriagador, de la experiencia divina, a la
consulta del alfaquí (experto en legislación y jurisprudencia islámica), que
sólo dispone de la letra de la Ley para responderle”: ¡Ay,
alfaquí! Si tú lo degustaras… Déjame beber que nada sabes tú de la bebida.
¡Qué grato es
en los retiros beber el vino añejo!
¡Escancia,
amigo mío!
¡Rebose a cada
instante nuestro vaso!
Es éste un
vino que no es ilícito dejar
sin falta o
sombra de sospecha.
En los
tiempos, antes ya de Adán,
tomó solera el
generoso vino
que es, por su
origen bendición del cielo.
Prepara tu
dictamen, alfaquí,
tú que las
leyes estudiaste y dime:
¿es lícito
beberlo en Arafat,
al realizar la
peregrinación?
¿permítese
girar en torno a él,
aferrarse por
él en la carrera,
por él
apresurarse en acudir
a la reunión
de Mina, y, en su nombre
las piedras
rituales arrojar?