jueves, 7 de abril de 2011

3. Injertos...

Esta semana ha tocado injertar.  Aproximadamente una hectárea y media a un ritmo aproximado de 500 injertos al día.  ¡A ver si hay suerte y agarra un buen porcentaje!  Porque esta disciplina del injerto pertenece a las ciencias inexactas...



Es un trabajo que requiere cierta técnica y precisión.  Primero hay que descubrir la cepa , para buscar el tallo de la riparia, al que se le da un corte limpio


Luego, con una cuchilla muy afilada se hace una hendidura en el tallo, con cuidao...



Por esa raja se introduce la púa, que es una estaquilla preparada de antemano, de la variedad a injertar.  Aunque hay en el mercado alguna máquineta de hacer púas, el arte manual de preparar estaquillas es un arcano al alcance solo de unos pocos iniciados



Antes los injertos se cubrían con mastic, masilla de injertador.  Otros utilizaban esparto, gomas o incluso alquitrán.  Pero ahora, cosas de la moderna tecnología, se tapan con cinta de carrocero.  Manda cojone.


Luego todo el teatro se cubre bien de tierra, se le pone el tubo protector y se rezan tres avemarías para que el injerto pegue.



Pero ni se te ocurra preguntar por qué tenemos que reinjertar una hectárea y media, porque recibirás una explicación absolutamente surreal.  Resulta que el vivero, hace dos años, nos trajo la planta, tempranillo para más señas.  Cuando las matas tiraron y vino el técnico de la Consejería de Agricultura a certificar la plantación dijo que ni  de coña, que aquello no solo no era tempranillo, sino que además no era ni siquiera uva de vinificación, sino de mesa.  Solución: reinjertar.  Y aquí nos tienes a cuatro tíos arrodillaos ocho horas al día para desfacer la chapuza de unos sinvergüenzas.  Como diría el impagable Forges... ¡País!

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