Empezando febrero parece que el tiempo quiere aflojar, confío que no sea así. El futuro de la viña,
su correcto desarrollo, necesita días fríos en invierno. Este, y la nieve, son muy beneficiosos.
La hibernación invernal, el periodo de descanso o dormancia
supone la retirada de la savia hacia las partes subterráneas de la planta,
tronco y raíces. Algunos hongos e
insectos agazapados en la corteza son susceptibles al frío, que puede diezmarlos
y disminuir sus ataques en primavera.
¿Cuánto frío? Con la excepción de las heladas tardías, que
sí son peligrosas, las cepas tienen unos buenos umbrales de tolerancia a las
bajas temperaturas. Resisten heladas puntuales de hasta -12º y -15 º
o incluso más, dependiendo de su edad y de las condiciones de la helada (nieve,
etc…)
Para conjurar los fríos nada mejor la tórrida cadencia de un son cubano. Uno bien famoso: Lágrimas negras, compuesto en
1929 por Miguel Matamoros, fundador del trío homónimo. Un bolero rescatado en hace unos años por
Diego el Cigala y Bebo Valdés en una versión archifamosa que rizaba el rizo de otras voces no menos
conocidas, como las de Compay Segundo a dúo con Cesária Évora, Sara Montiel, Celia
Cruz, Olga Guillot, María Dolores Pradera, la Vieja Trova Santiaguera, la Orquesta
Aragón, José Feliciano, Chucho Valdés, Rubén Blades o Oscar Chávez entre otros..
Yo he elegido esta versión crepuscular del guitarrista
Eliades Ochoa,acompañando a Omara Portuondo.
Mayorcitos, sí, pero pletóricos de swing y poderío…