Cuántas horas de sol hicieron falta
para que madurasen
las uvas que hoy son vino en esta copa.
Y con qué rapidez
tanta luz concentrada se dispersa
en mi sangre entre sombras
Lorenzo Oliván, Cántabro de Castro Urdiales, poeta y periodista, nació el año aquel en que en París los estudiantes levantaban los adoquines para buscar debajo las arenas de la playa. La wikipedia nos informa de que ha cultivado con éxito el arte sutil del aforismo y la prosa poética en forma de textos muy breves.
El escueto y precioso poema que ha permanecido en la cabecera del blog durante este mes de mayo tan poco prolífico lleva como título Brindis del pesimista y se contrapone a a este otro, del mismo autor, llamado Brindis del optimista:
Vierte el vino en la copa,
escucha el refrescante
borboteo que crea
al caer
al cristal.
¿No ves su corazón?
Qué fresca y olorosa
y limpia sangre bate.
Álzalo hacia la luz, para que el rojo
líquido resplandezca.
Que se vea brillar
el silencioso ímpetu
que dio vida a los frutos.
Bébetelo después saboreándolo,
siéntelo por las ramas de tus venas
y hazte, un instante, árbol.